Dhuoda y el «Liber Manualis»: una madre que se preocupa por la educación de su hijo

Tu Dhuoda te ayudará siempre, hijo, y, si te faltare algún día, lo que sucederá, tendrás este pequeño libro de moral, como imagen en un espejo, para que puedas verme siempre al leer con los ojos de la mente y del cuerpo, e intercediendo junto a Dios; y para que puedas encontrar en plenitud lo que de mí debas obtener.” (Merino 1995: 71)

La condesa de Barcelona y Septimania le dedicó a su hijo segundo Guillermo un libro lleno de consejos y advertencias para poder sobrevivir a este turbulento mundo. Una madre preocupada por su hijo que lo único que espera es que siga por el buen camino y evite los errores del padre. Apartada del mundo, en el exilio, sola, angustiada y apenada por la distancia entre sus hijos, Dhuoda decidió redactar este manual entre los años 841 y 843.

Desde un castillo en Uzés se propuso escribir esta obra para ayudar al hijo, cosa que logró incluso atravesando el umbral de la mayoría de edad. Como mujer del conde que era, ella tuvo que ayudar a su marido Bernardo en sus descalabros, como guerrero nefasto, su falta de juicio los condenó, tanto a él, como a su hijo primogénito por posicionarse en el bando contrario al rey carolingio Carlos el Calvo (c. 823-877), que tras la pérdida de la batalla de Fontenay (22-VI-841) y la firma del Tratado de Verdún (843) entre los nietos de Carlomagno, Bernardo y su hijo fueron decapitados. Fue un duro golpe para Dhuoda, algo que jamás soportaría, pero aún tenía a su segundogénito, a Guillermo, en quien volcaría todo su amor, apoyo y lucha por convertirlo en un hombre de bien según los preceptos morales y religiosos de la época. Pues como se deduce del Liber Manualis, de la obra emana la espiritualidad y moralidad cristiana propia de los carolingios.

Comencemos por el principio de su historia, la de Dhuoda. De su biografía poco sabemos, la mayor parte de lo conocido proviene de las menciones que encontramos en su obra. Probablemente nació en la primera década del siglo IX (c. 803), aunque no es del todo seguro, de familia de rancio abolengo, puede que tuviese algún vínculo con tierras germanas, pues de su escritura se perciben reminiscencias de distintas lenguas, lo que prueba que fue una mujer culta, conocedora de las sagradas escrituras y lo más importante: sabía escribir. Afirmo esto porque en ocasiones autores han querido ver que esta obra no fue escrita por la misma, intentando desacreditar a la condesa, han errado en mi opinión en su vano intento de silenciarla.

En el año 824, como ella misma comenta en su obra, contrajo nupcias en la ciudad palatina de Aquisgrán, por entonces centro del poder carolingio (iniciado ya en su decadencia a la muerte del emperador Carlomagno). Bernardo era primo de Carlomagno, ello explica en parte la proximidad tanto del conde como la condesa a la corte carolingia, de la que disfrutaron altos cargos, caso de Bernardo nombrado como custodio de condados fronterizos situados más allá del Midí: Barcelona y Gerona.

El matrimonio, como sabemos desde la Alta Edad Media, viene por conveniencia y pocas veces surge el amor entre la pareja, simplemente están vinculados de forma política, pero con el respaldo de la Iglesia, haciendo sacra la unión. En el caso de Dhuoda no sería menos, ella haría todo lo posible por contentar al marido, pero por sus escrituras deducimos que el marido no estaba interesada en la condesa, cómo ella misma reconoce acabará sola y exiliada. Probablemente el conde tuviese sus favoritas (o no), pero no hay constancia de que fuera repudiada, en este caso, podemos poner como ejemplo, ya en el siglo XI, del matrimonio entre Blanca y el conde de Barcelona Ramón Berenguer I (1023-1076), que repudió a Blanca para poder contraer nupcias con la condesa tolosana Almodís de la Marca (c. 1020-1071), situación que fue duramente condenada por la abuela del conde, la condesa-abuela Ermesenda de Carcasona (c. 975/977- 1058).

Dhuoda era una mujer pía, pero sobre todo madre y una gran administradora, pues como era común por entonces, cuando el varón marchaba a la guerra, la mujer era la encargada del funcionamiento de la esfera doméstica y de los dominios familiares, esto es, actuaba como señora en nombre del marido (recordemos que estamos en una fase prefeudal o protofeudal, donde tienen cabida los juramentos de fidelidad, que no lazos vasalláticos, no todavía). En este sentido como afirma la autora Teresa Vinyoles:

«Duoda se vio forzada a endeudarse, incluso pidiendo préstamos a los judíos, para sostener el poder de su marido en la Marca […] con la esperanza de que su marido no les abandonase».

Del mismo modo, cabe decir que es posible que la condesa acompañase al marido en alguna batalla contra los sarracenos, esto no es una suposición dicha al azar, pues tenemos testimonios más tardíos de otras condesas que asistían a batallas acompañadas del marido, caso de la condesa Ermesenda de Carcasona, acompañando al conde Ramón Borell (en el siglo X-XI).

Ahora bien, en cuanto al Liber Manualis y la educación del hijo, ¿qué se puede decir al respecto? En palabras de la historiadora francesa Régine Pernoud, Duoda era «una mujer extremadamente culta», a pesar de que muchos literatos hayan tachado su escritura de arcaica o simple, tiene todo su sentido, en ella se percibe la reminiscencia de lenguas como el hebreo, el latín, las lenguas germanas y occitanas. Se trata de un compendio de setenta y tres capítulos, mas una introducción, invocación y prólogo. Es una obra que nos recuerda al esquema típico de los speculum principis, pero no podemos clasificarlo de esta forma, pues no es un manual de obligaciones para el hijo para con su clase aristocrática, sino más bien podríamos hablar de un compendio moral-religioso, una especie de «guía de supervivencia» en un período turbulento y violento como lo era el siglo IX. No cabe la menor duda de que se trata de una obra personalizada, un escrito único, de gran riqueza, pero sobre todo es una declaración de intenciones de una madre afligida por el futuro de su primogénito, un libro con una enorme personalidad, cargado del sentir de la condesa.

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Figura 1. Final del capítulo diez e inicios del capítulo once del Liber Manualis. Fuente: Edouard Bondurand. Recuperado de Gallica BNF, Manuel de Dhouda.

 

Imágenes:

La imagen del encabezado de este artículo hace referencia a Hildegarda de Bingen, ha sido tomada como ejemplo de mujer medieval escritora para este artículo. La imagen procede de Wikimedia imágenes.

La figura 1, ya ha sido referenciada en su pie de imagen correspondiente.

 

Bibliografía:

Merino, M. (1995). La educación cristiana de mi hijo, trad. Eunate: Pamplona, p. 71.

Vinyoles, T. (2012). La presencia femenina en los castillos a la luz de la documentación catalana medieval. Meridies, (10), p. 176.

Vinyoles, T. (2003). Las mujeres del año mil. Aragón en la Edad Media, (17), pp. 5-22.

De Blassi, F. M. (2011). El testimonio del Liber Manualis Dhuodane: educación y virtud doméstica en el alto medioevo. Revista Signum, 12, (2), pp. 36-52.

Gil I Roman, X. (2004). Ermesén, vida y obra de la condesa. Estudio histórico de la documentación, c. 977-+ 1 de marzo de 1058: UAB.

 

 

 

 

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